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El blog de Jaume Vinyas: «El Barça, Camino de la undécima»

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Jaume Vinyas

El error garrafal que marcó el destino de la noche fue permitir que un amigo seguidor de Osasuna eligiera el bar donde veríamos el partido. Por culpa del trabajo, llegué más tarde a la cita pese a que habíamos convenido encontrarnos en mi barrio. Él, con un evidentemente pobre criterio futbolístico, eligió el bar más cerca de mi casa, allí donde contemplé el 2-2 en Villarreal, inicio de la sucesión de despropósitos que nos han llevado a una caída del pedestal que dolerá más por su brusquedad que no por su naturaleza misma, sometida a los vaivenes de los ciclos de la vida.

La camarera era una rusa gorda y fea. Pese a ello, hubiera preferido mil veces casarme con ella que contratarla como empleada. Cada cerveza apenas resistía a un embate del Atlético, una combinación plana entre los defensas o un resbalón de Busquets. El equipo no supo sobreponerse a las bajas de Messi y Torres y se metió en la trampa del equipo de Simeone como las viejas en una piscina pública, estirando al máximo el dedo índice del pie para comprobar la temperatura del agua, agarradas a la barandilla con todas sus escasas fuerzas e intentando bajar en orden dos escalones. Olía a cadáver en el minuto 7, olía a undécima.

Desesperado por el mal juego y seco por culpa de la rusa que se hacía la sueca, mi amigo intentaba animarme con toscas e inútiles comparaciones sobre lo atribulado que resulta ser seguidor de un equipo de segunda división. Intenté recuperar la iniciativa y armé un contraataque que debía afianzar mi posición en el campo pero el rival había armado su defensa con una fría insolencia de reminiscencias soviéticas.

– Ponme dos cañas.

 – Por qué

– Porqué bebo deprisa.

– Pues te traigo una jarra.

– Bueno.

El descrédito se contagió a la cancha donde el que hace un mes y medio era el mejor equipo del mundo se diluía como un terrón de azúcar en una marmita de uranio. Sólo la leyenda negra del Atlético permitía al amigo de Osasuna confiar en un final adecuado a mis intereses. Pero yo sabía que ese no sería el caso y que, por jerarquía, tocaba imponerse nuestra leyenda negra: que solo podemos ganar en Europa cuando somos los mejores. A la desesperada, nos planteamos un cambio de bar en el descanso como punto de inflexión de cara a la remontada pero el amigo de Osasuna prefirió no arriesgarse a no encontrar mesa y zanjó el debate ordenando unos nachos. Mi pasividad anticipó la consumación de la tragedia.

Tras un primer tiempo nefasto, se esperaba que el equipo sacara al menos un poco de orgullo, un fogonazo parecido al de la ida, pero ni por esas. Apenas Iniesta parecía recordarse levemente del esplendor perdido mientras los tres de arriba se perdían en batallas de antemano perdidas contra la defensa rival. Ni tan siquiera el conato de tangana tras el codazo de Suárez a Godín consiguió levantar los ánimos. Incluso el último sorbo de la segunda jarra denotó que se me estaba calentando el caldo.

Gabi no tuvo reparos en reconocer que fue mano. EFE

Y luego llegó lo de Luis Enrique. Sin duda, un detalle táctico de genio el de sacar al campo a Arda Turan, el jugador más discutido esta temporada, en su peor momento y justo a tiempo para calentar a la afición rival. Ni al Tata se le hubiera ocurrido. Lo de recurrir a Sergi Roberto como lateral a la hora de la épica también será estudiado en las academias de entrenadores próximamente. No se extrañen si Dani Alves renueva para las próximas cinco temporadas antes que termine la semana. Aunque no hay que echarle toda la culpa a el sino al que diseñó una plantilla compuesta por un once titular, un par de sustitutos para Rakitic y un banquillo lleno de comparsas.

En definitiva, se vino inesperado un año de mierda. No menosprecien el tamaño del fracaso con lecturas benévolas de lo sucedido. Aspirábamos a hacer algo que no había conseguido nadie, ganar dos «shempions» seguidas y como Ícaro nos quemamos camino del sol. Lo desesperante es que demasiado lejos del sol.
Solo cabe esperar que el descalabro se limite al ámbito europeo y podamos cerrar la temporada con un más que digno doblete local. Sobretodo, por favor, que no pierdan la puta final de Copa contra el Sevilla, que asco sólo imaginarlo.

Nada más excepto felicitar al Atlético y desearles que esta vez no hagan el ridículo como la última vez. Nosotros, el año que viene volvemos.

Atlético de Madrid celebra

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