Mercado desató la locura en Nervión con un remate poco ortodoxo, pero igual de válido. Desvió el balón con el trasero y sorprendió a Adán tras una falta muy bien botada por Nasri. Porque así también se deciden los derbis. Esos que, en Sevilla, últimamente sólo caen del bando local.
Aún con el mismo desenlace, el nudo del partido mostró a un Betis que mereció mejor suerte. Incluso la encontró, pero se la denegaron. Hasta el gol, el partido estuvo siempre al filo de la navaja. La intensidad desmedida en algunos momentos del encuentro hizo presagiar alguna que otra expulsión, pero todo quedó en un sinfín de amarillas.
Si las tarjetas parecían caramelos, las patadas se regalaban como bocadillos en el recreo de un colegio. La dureza no estuvo exenta de un partido que por momentos tornó en un clásico sudamericano. Poco juego, ida y vuelta constante y dureza bajo cuerda.
Y en esa batalla, el Betis de Poyet aguantó el tipo. Guardaba balas en el banquillo a la espera de que el escenario se colocara a su favor. Le faltaron algunos minutos para ello. El tanto de Mercado cambió el choque y el Betis tuvo que buscar la igualada a la desesperada, sin poder aprovechar su verticalidad arriba.
Pero instantes después del 1-0, Joaquín tiró de fantasía para dejar a Rubén Castro ante Adán con una 'cuchara' prodigiosa. El canario, listo como pocos, le regaló el empate a Álex Alegría, pero el asistente anuló incomprensiblemente la jugada.
En ese error arbitral naufragó el Betis, que acabó sin ideas entre el nerviosismo y la locura de lo que suele ser un derbi en el Pizjuán. Auténtico territorio comanche para los verdiblancos, que amplian su mala racha en territorio nervionense.
Sampaoli se quedó con su primer derbi y con el resultadismo de verse segundo en la tabla sin mostrar buena imagen. A Poyet, le quedó la excusa del robo y la sensación de que en Sevilla sigue mandando el himno del Arrebato.