El Blog de Jaume Vinyas: Día 1 DC (Después de Cruyff)

Johan Cruyff, un icono del barcelonismo moderno. Foto FCB

Barcelona, España. | HSI |

Durante mucho tiempo se nos reprochó que tres de los cuatro ligas conquistadas por Johan Cruyff en el banquillo cayeron de nuestro lado gracias a un exceso de suerte. Los futuros adoradores del Hombre que salta mucho menospreciaban al Dream Team alegando que tanta apuesta por el fútbol ofensivo, toda esa voluntad de ofrecer al espectador un placer estético y resultar competitivos se sostenía por una mera cuestión de suerte. Y esa fue, realmente, la mayor contribución de Cruyff a la mentalidad de una afición sufrida. Que no estábamos destinados a ser un club perdedor, coleccionista de copas y recopas, a llorar eternamente por el fichaje frustrado de Di Stefano, los arbitrajes a favor de los Otros, a conformarnos con creernos mejores solo porque ellos eran el equipo de la dictadura y nosotros “más que un club”. No. Cruyff, que conocía bien la casa, dijo que ya bastaba de tanta tontería y que ya era hora de ganar títulos. Y, encima, de hacerlo con un sistema táctico absurdo que garantizaba el espectáculo de todo tipo, ya fueran esas vibrantes goleadas al Atlético de Madrid o ridículos espantosos en varios campos de España o esa inesperada tragedia griega que tanto hizo tambalear los cimientos de una confianza adquirida a base de empalmar finales de infarto con final feliz.



Cruyff

La mayor aportación de Cruyff fue la introducción del rondo como eje estructural de los entrenamientos. Con ese ejercicio, que tanta incredulidad despertó en sus inicios, implantó la filosofía vital de ejercer el dominio del partido a través de la posesión del balón. (“Solo hay un balón. Si lo tenemos nosotros no nos pueden marcar” decía con esa filosofía aplastante que le caracterizaba). Aún hizo algo todavía más importante: La Masía. Cuando llegó, ya existía pero no era algo infrecuente ver debutar a un jugador con 25 años. Obligó a que las categorías inferiores se adaptaran al estilo de juego del primer equipo. Así, cuando proyectó su idea del 4, el mediocentro organizador, en un tal Luis Milla y, este, a los dos años, se dejó seducir por el dinero de los Otros, Guardiola ya estaba listo. Y luego aparecieron Oscar, Celades, Xavi o Iniesta como si de un juego de matrioshkas se tratara. El sistema era tan celestial que incluso produjo algún ángel caído como Cesc Fábregas.



Cruyff

Tácticamente, su influencia es menor aunque se diga lo contrario. El dibujo táctico que encumbró a Rijkaard, Guardiola y Luis Enrique bebe más de Van Gaal (que entrenó a los tres) que de ese estrambótico 3-5-2 sin un delantero centro claro hasta que llegó Romario, a quien catapultó hacia el Mundial en solo una temporada, tras un largo invierno holandés de cinco temporadas. El “baixinho” no es el único jugador que le debe la carrera. El olfato de Cruyff salvó a Laudrup de la mediocridad; a Bakero de los concursos de partir troncos y a Busquets padre de la delincuencia.  En este sentido, su obra maestra fue Stoichkov. Se enfrentaba al Barcelona a un tal Sredets búlgaro en un torneo veraniego en Mallorca. Uno de sus delanteros no cesaba de protestar airadamente todas las decisiones del árbitro hasta que fue expulsado y se marchó del campo con un alarde de aspavientos, silbado por un público atónito. “Quiero a este tío”, dijo de inmediato.



Hay alguien que le debe mucho a Cruyff aunque suela haberse reído de sus catálogo táctico. Es José Mourinho, el personaje, no el entrenador. El gag de los “purqués?” es un heredero directo de estilo de Cruyff, el primer entrenador que levantó expectación ante una rueda de prensa. De ellas salieron cantidad de expresiones que hoy forman parte del acervo popular catalán: “En un momento dado”, “este es uno” o “gallina de piel”. Ante los micros también dio algunas de las lecciones más surrealistas como cuando le preguntaron como había conseguido frenar al delantero más en forma del campeonato en un partido crucial: “Analizamos su juego y vimos que es el mejor desmarcándose así que di la orden que nadie lo marcara”, dijo, tan ancho.



Cruyff

Cruyff cometió grandes cagadas, por supuesto, como le corresponde por genio. La mayor, quizás, fue elegir mal al hijo que tenía que dedicarse al futbol. Cualquiera de sus dos hijas lo hubiera hecho mejor. Ese caso de nepotismo, junto a una serie de fichajes desastrosos minaron su crédito durante dos temporadas aciagas. La falta de títulos agrandó su carácter insoportable hasta que se hartó el presidente Nuñez (otro que, a su manera, introdujo elementos que hoy se consideran parte del espíritu del club; en su caso, el fraude a Hacienda).



Sin embargo, piensen en el equipo que ya tenía planeado montar el muy cabrón. Había fichado a Figo, Pizzi, Luis Enrique y a Blanc. Tenía atado a un tal Zidane, un desconocido que jugaba en el Girondins. Y pedía a Giggs y a Mehmet Schol. “Fichar a jugadores por 2.000 millones de pesetas también lo puede hacer mi portera”, dijo Nuñez, indignado. Meses después, necesitado de apagar el incendio que supuso el despido del Flaco, fichó a Ronaldo por 2.500 millones. Nunca llegó a aclarar el papel de su portera en la operación.



Con Cruyff empezó todo y hoy terminó Cruyff. Era tan grande que supo elegir el momento perfecto para morirse. Justo para que el minuto de silencio en su honor se produzca antes de un Clásico. Será un momento de auténtica gallina de piel.



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