Con sólo un cambio respecto al último once de Ayestarán (Enzo Pérez por Mario Suárez), Voro se presentaba por primera vez en el banquillo del Valencia esta temporada, con una responsabilidad enorme: provocar una comunión entre jugadores y afición.
Y no empezó mal, pues el Alavés renunció a la pelota en los primeros compases de juego. Las órdenes de Pellegrino eran claras, esperar para contragolpear, mientras el batallón ‘che’ tenía que buscar la puerta contraria en todo momento para curar su enfermedad con el bálsamo de los goles.
La igualdad en el marcador se deshizo rozando la primera media hora de partido cuando Gayà sirvió un balón templado al corazón del área del ‘Glorioso’ buscando a Munir. Laguardia, justo delante del ex delantero blaugrana, quiso despejar el peligro pero la mala suerte provocó que acabara peinando un balón que acabó en las propias redes que él mismo defendía.
Pero el tanto le cambió la cara a la entidad visitante, que comenzó a venirse arriba. Montoya sufría bastante por su banda y Toquero rejuveneció varios años, mostrando esa omnipotencia que solía dejar ver en sus mejores años.
Y, precisamente fue el propio Toquero el que anotó en la última jugada de la primera mitad, cuando, en un córner defendido pésimamente por los hombres de Voro, voló para poner un cabezazo inapelable con dirección al palo largo.
-Incertidumbre hasta el final-
El segundo acto tuvo una tónica bastante parecida al primero. La intensidad fue la protagonista en los primeros compases hasta que el Valencia tomó las riendas.
Eso sí, Mestalla se impacientaba cuando veía que sus hombres iban perdiendo efectividad con el paso de los minutos. La ansia de gol podía a los atacantes valencianistas, que apenas tuvieron protagonismo en todo el partido.
Pero Voro dio con la tecla al mover el banquillo. Bakkali entró en la recta final del partido en sustitución de un más que gris Munir y revolucionó el encuentro, llegando a provocar un penalti a sólo cinco minutos del final.
Llorente le derribó de manera un tanto infantil en el pico de su área y Parejo, silbado en algunos momentos del partido por una reprochable falta de intensidad, logró la comunión al engañar a Pacheco desde los once metros.
Mestalla enloqueció con el tanto de Parejo. Tres puntos ante un rival humilde podrían no haber entusiasmado al exigente público ‘che’ en un pasado, pero ahora, el triunfo se puede considerar como el comienzo de algo grande, como esa semilla que germine y devuelva al Valencia a su lugar: el Jardín del Edén del fútbol español.