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El Blog de Jaume: conclusiones al vuelo de la liga 24 del Barça

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Jaume Vinyas

Barcelona, España. | HSI |

Mayo es el mes más entrañable para los aficionados al fútbol, cuatro semanas llenas de aniversarios de nuestras hazañas favoritas. Celebramos el séptimo aniversario del 2-6 y el Iniestazo, los 22 del penalti de Djukic, una década ya de París. Este viernes serán los 24 del primer Wembley, mucho más imperfecto que el segundo pero primordial en la memoria en su condición de pionero. En un mes plagado de buenos recuerdos ha sido, sin embargo, la prensa afín al Real Madrid la que me ha provocado sentimientos más profundos de nostalgia.

Y es que esa manera de loar a su equipo por haber resistido hasta la última jornada, obviando que nos hemos llegado seis de las últimas ocho; esa entronización de la figura del Zidane entrenador quien, básicamente, cambió a Carvajal por Danilo en el lateral respecto al once de Benítez; esa insistencia en recordar los 19 penaltis que nos silbaron a favor, obviando que no influyeron mucho pues fallamos la mitad; todo este orgullo por quedar tan cerca del primero me ha retrotraído a mi más tierna infancia cuando me hice aficionado de un club que empezaba cada temporada con las máximas aspiraciones y terminaba buscando las mismas excusas baratas. “Campeones morales”, solían rezar nuestros titulares. Entonces, una victoria en Liga contra el máximo rival bastaba para salvar la temporada; una Copa nos lanzaba a las calles con entusiasmo provinciano y una Liga nos enfrentaba ante la dolorosa responsabilidad de conseguir la primera Copa de Europa.

Barcelona's defender Gerard Pique celebrates after scoring a goal during the Spanish Copa del Rey (King's Cup) quarter-finals second leg football match FC Barcelona vs Athletic Club de Bilbao at Camp Nou stadium in Barcelona on January 27, 2016. AFP PHOTO / LLUIS GENE / AFP / LLUIS GENE
Gerard Pique celebra un gol que anotó en la liga. El culé es muy tuitero también.  AFP / LLUIS GENE

Ahora, la resaca de la 24 del Barça solo ha tardado tres días en curárseme y miro a la final de Copa del domingo con interés solo porqué el Sevilla me da asco. Las tornas han cambiado y ahora nos acusan a nosotros de prepotentes pese a que nos hemos resignado a un solo trofeo cuando hemos tenido que ganar el campeonato dos veces: la primera, sobrados; la segunda: de manera irreprochable sacudiéndonos la presión del abismo con pulso de equilibrista. La justa satisfacción por el triunfo no debería hacer olvidar la infamia de la pájara de abril. Su infausto recuerdo merece disiparse con el grácil ruido de alguna cabeza rodando aunque lo más probable es que la cobarde mediocridad de la directiva relegue la toma de decisiones a algún desastre de dimensiones indisimulables.

Mientras otros se chupan ‘hasta el palito’ por haber llegado de chiripa a una final de Champions, sería bueno que empezáramos a plantearnos la viabilidad de un proyecto que se basa en el estado de ánimo de tres fenómenos, al genio de un señor que ya tiene 32 años, al nivel de atención que pueda prestar el imbécil de nuestro capitán sin brazalete y, sobretodo, a que el mejor mediocentro del mundo no falle ni un corte ni un pase en toda la temporada, un nivel imposible de exigir pero que ha completado en al menos cinco temporadas. No fue el caso de la presente. Repasen la eliminatoria de Champions. El equipo se resquebrajó cuando empezó a encadenar sus primeros errores en años, una circunstancia, cabe decir, que cabe reprochar a muchas personas excepto a él mismo.

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Dani Alves, brasileño del FC Barcelona. Foto AFP

Me temo, sin embargo, que a falta de debates productivos deberemos conformarnos con contar los días que faltan hasta Milán y rechinar los dientes hasta ver levantar a los de Simeone su primera y merecida Champions. Me consta, sin embargo, que algunos culés se están planteando si les dará más asco la undécima o la primera. Yo lo tengo más que claro, el año que viene hay que recortarles a cuatro.

Para ello, debemos encomendarnos al de siempre. La principal incógnita de la próxima temporada será comprobar si su lenta mutación en Xavi ya ha finalizado o seguirá alargando la transición que le está llevando del extremo derecho al centro del campo, donde es posible que gane sus dos próximas Champions. No descarten verle defender el marco cuando roce la cuarentena.

Para la delantera, cabría esperar algún refuerzo. Yo apostaría fuerte por Neymar, un jugador que deslumbró la temporada pasada y que demostró que es capaz de cargar con el equipo durante la ausencia forzada de Messi, a principio de temporada. Sin embargo, en enero sufrió el síndrome del Balón de Oro sin haberlo ganado y desapareció bajo un alud de elogios. Todos los grandes jugadores han sufrido un bajón de uno o dos años fruto de su falta de madurez tras una explosión temprana así que tampoco debería preocupar demasiado que al brasileño se le vea más en discotecas que por la banda. A pesar de todo, este es el club donde enloqueció Ronaldinho así que habrá que hacerle un marcaje violento, algo a lo que ya se está acostumbrando, por otro lado.

En lo que confiere el centro del campo, urge encontrar recambios de garantías para Iniesta y Busquets. Vista la pericia del equipo técnico para el fichaje, es deseable que se guarden muestras de sangre de ambos jugadores y rezar por los avances de la clonación. Y en cuanto a la defensa… bah, dejémoslo. Renovaron a Adriano. Eso no merece ni un chiste.

Barça
Luis Suárez del Barça. Foto de David Ramos/Getty Images/AFP

Hemos ganado cuatro Champions en una década y seis de las últimas ocho ligas. A pesar de ello, no hemos encontrado patrocinador para el año que viene. Háganse una idea de bajo que manos estamos. Pese a ello, seguimos bajo el manto protector del Messías y podremos contar, de nuevo, con la ansiedad voraz de Suárez, el brillo  menguante pero intenso de Iniesta, el oficio invisible de Rakitic, la sonrisa psicópata de Alves y la próxima ocurrencia estúpida de Piqué. Seguimos siendo el mejor equipo del mundo aunque este año nos toca pagar un descuido imperdonable. Damos por bueno el doblete conscientes de nuestra historia plagada de fatalidad y recopas. Asumimos, sin embargo, que cada año que pasa sin que Messi levante la orejuda es un año perdido.

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