Zidane tiró de once ideal a falta de Cristiano, Ramos y Casemiro, que entró en la segunda mitad. Delante, un Manchester United que está en fase de ensayo y error. El proyecto de Mourinho está bastante más inacabado que el de Zidane, rey de Europa.
Pero Santa Clara no disfrutó del espectáculo deseado. Liturgia y escenas made in USA. Se echaron de menos los cazas expulsando humo azul, rojo y blanco, las barras y estrellas y el himno a capela.
Tras unas carreras iniciales bastante prometedoras, el Madrid asentó su campamento y empezó a gobernar el partido a un a ritmo de tortuga. Mucho balón al pie, poco desmarque, ninguna ruptura. Isco, Modric y Kroos se lo pasaban bien en el medio campo. El Manchester United, como esos vaqueros que ven a los indios muy lejos del fuerte, permanecía feliz en esa calma.
Fue una jugada individual la que empezó a desnivelar el partido. Martial se arrancó por la izquierda, facturó a los defensas blancos que le salieron al paso y se la regaló a Lingard para que la empujara.
Contrariamente a lo que podía esperarse, la entrada de los canteranos animó a un Madrid que pasó a ser gobernado por el explosivo Casemiro. Fue el brasileño quien puso las tablas después de que Lindelof arrollara a Theo como tren descarrilado.
Fellaini completó el circo de los horrores mandando a Hollywood un balón que le llegó estando solo, aunque afortunadamente para él pitaron fuera de juego. Madrid y United se llegaron a anular incluso en los penaltis. Se fallaron siete, se lució De Gea y decidió el «larguerazo» de Casemiro.