Bakú, Azerbaiyán. (AGE) – El Atlético visitaba al Qarabag con la obligación de ganar. Quizá eso provocó el lamentable espectáculo que vimos sobre el césped del Estadio Olímpico de la capital azerí.
La obligación de sumar tres de una vez se tradujo en una excesiva tensión por parte de los de Simeone. Tensión y ansiedad que provocaron una infinidad de errores que dieron alas a un Qarabag que se había conformado con no perder, y que por momentos creyó en la victoria.
Sólo sufrió el equipo local cuando el Atlético se puso las pilas y jugó bien. Suena a obviedad, pero a los rojiblancos les costaba demasiado hilar dos jugadas seguidas. Y, cuando lo lograban, parecía que la posibilidad de marcar les abrumaba, y se volvían a relajar, dejando respirar a su rival.
Griezmann, solísimo en ataque, estuvo en teoría acompañado por un Gameiro incapaz de controlar un balón sin que se le fuera dos metros por delante, por un Gaitán que dicen que jugó, pero cuya aportación fue harto discreta, y por un Carrasco que lo intentó, pero que tras fallar un par de ocasiones, se borró del partido.
Y así es imposible. Sí, de cuando en cuando el Atlético ponía en apuros al Qarabag, pero esa sensación de peligro no era ni mucho menos constante. Peor aún, los acercamientos de los azeríes sí generaban inseguridad en la zaga ‘colchonera’.
Rondando la media hora de partido tuvo uno de esos momentos de brillantez el Atleti. Tres ocasiones manifiestas de gol seguidas, a las que acompañaron en la recta final otro par. Pero cuando no aparecía un Sehic salvador, lo hacía algún zaguero oportuno.
Comenzó la segunda parte siguiendo el mismo guión, pero el Qarabag salió vivo de este asedio inicial, se se vino arriba. Tan arriba, que el propio Simeone vio peligrar hasta el empate. Sentó a Gaitán y metió a Thomas, para dar cohesión al centro del campo y más libertad a Saúl.
Ni por esas. Sólo el Atleti volvió a parecer un equipo respetable cuando el Qarabag se quedó con 10. Ndlovu, que vio una amarilla por derribar a Carrasco en la frontal, vio la segunda por dejarse caer en el área rojiblanca al sentir un mínimo contacto con Godín.
De no haberse tirado, de haber intentado seguir, el penalti hubiera sido indiscutible. Pero se tiró tan mal, se notó tanto que al colegiado no le quedó otro remedio que mostrarle la segunda amarilla y la consiguiente roja.
Con uno más, y con Torres y Correa en vez de Carrasco y Gameiro, el Atleti se volcó sobre el área de Sehic. No hubo modo. Un centro tras otro al área, siempre a las manos del portero del Qarabag.
Desquiciado, frustrado, el Atleti veía como la Champions se le ponía más que cuesta arriba. E incluso a punto estuvo de tirarla, cuando en una contra Elyounoussi, quien entró para los últimos minutos, mandó alto un balón desde la frontal en una buena contra de los suyos.
En los últimos minutos, el único error de Sehic estuvo a punto de salirle carísimo al Qarabag, pero Torres no pudo rematar a gusto, y la mandó por encima del travesaño. El recurso del equipo frustrado, el pedir penalti, no surtió efecto.
En el descuento del descuento, la última. Centro al área, cesión para Griezmann, dentro del área pero algo escorado, y disparo desviado del francés. Su cara era un poema. Nada le salió en el día de hoy, y sabía que la Champions se podía poner muy, muy difícil a partir de hoy. Todo depende de lo que hagan Chelsea y Roma en Londres.
