París, Francia. | HSI |
En dos sets ha doblegado la hispano-venezolana a la estadounidense, que no ha podido contener a la número cuatro del mundo, que ascenderá al segundo puesto tras su victoria.
La española Garbiñe Muguruza se apuntó hoy, con 22 años, su primer título del Grand Slam, al vencer en la final de Roland Garros a la estadounidense Serena Williams, que perseguía su vigésimo segundo grande, por 7-5 y 6-4 en 1 hora y 43 minutos.
Muguruza, cuarta raqueta del mundo, ascenderá al segundo puesto del ránking, y se convierte en la segunda española en vencer en la tierra batida parisiense, 18 años después del último de los tres triunfos de Arantxa Sánchez Vicario.
Como a las grandes estrellas, a Garbiñe Muguruza la esperaba un pasillo de niños para saludarla en su entrada en la Philippe Chatrier. En la grada, un gran aplauso para acompañarla hasta su sitio. Por detrás, la número 1 del mundo recibía la gran ovación del público francés, todavía conservador en cuanto a sus referencias.
Sin embargo, Garbiñe Muguruza fue ganando adeptos en una final a la que llegaba preparada para triunfar. Desde Wimbledon 2015, el salto de madurez se notaba en sus pisadas, en sus gestos y en su saber estar. En su confianza cuando supo sembrar buenos puntos al resto y aprovechar la doble falta de la estadounidense para llevarse el primer break.
Pero sobre todo, Muguruza ha crecido en los peores momentos. En esos que la presión pesa más sobre el brazo y la situación desborda, la española ha encontrado la clave para triunfar. Ese punto de madurez que requería la final en París cuando la número 1 del mundo ejerció como tal y supo llevarse el partido a su territorio, a los golpes profundos y sin aliento. Minutos de angustia en el palco de la hispano venezolana que ella misma se encargó de llevar a la calma.
Williams le regaló una doble falta, aceptó una dejada muy alta para terminar el punto cerca de la red y soltó su mejor revés para barrer la línea y convertir el décimo primer juego en oro. Para certificar la madurez: los tres puntos de set con los que repelió los gritos de rabia que escuchaba al otro lado de la red. Si para ganar el break un revés cruzado le dio la llave, para agarrar el set fue otro igual de contundente, pero en paralelo.
La Philippe Chatrier aplaudió a rabiar. Encontró en Muguruza una estrella en quien confiar. El sector español, aun en minoría numérica, se dejó notar todo cuanto pudo. «Garbiñe, Garbiñe es cojonuda, como Garbiñe no hay ninguna».
No la hay. Sus derechazos, profundos y autodirigidos a las líneas, empujaron a la estadounidense hasta la desesperación. Frustrada en sus propios errores y gritos, la número 1 del mundo no dio muestras en el segundo set de poder alarar el partido. Consiguió un break, más fruto de los errores de Garbiñe -tres dobles faltas consecutivas- que éxito propio, pero no pudo aguantar mucho más. Sus andares, cansados desde el primer punto de partido, evidenciaban cierta merma física. O una careta con la que ocultarse de la mayor frescura de su rival, física y también mental.
Aun sin mostrar su mejor versión, Williams quiso enseñar a muguruza maneras de respetar a una veterana. Y más que eso, una campeona de todo. Son 17 años de triunfos, 27 finales de Grand Slam, 21 títulos. Sin ser la arrolladora número 1 que se acostumbra levantó hasta cuatro bolas de partido. Un último arresto de pundonor para demostrar su hegemonía y no permitir que se vaya rumoreando por el circuito que puede ganarle cualquiera.
No ha sido cualquiera. Ha sido una Muguruza superior en tenis y en mentalidad que empieza a recortarle terreno. Dos finales, un título. La tarde más bonita en parís. Grande por fin entre las grandes.
@abc/afp/efe/bec/nacion/hsi
